Hay programada para dentro de poco tiempo una nueva movida conjunta de Argentina Wine Bloggers. La misma consistirá en desmenuzar los secretos que concentra cada zona vinícola de Argentina. Dada mi localización en Rosario, elegí adentrarme en el mundo del vino entrerriano.
Recabando información para mi artículo, la primer parada del viaje de conocimiento obviamente debía ser la nueva bodega anclada en la costa entrerriana del Río Paraná. Allá, del otro lado del Puente Rosario-Victoria, a unos 75 kilómetros de casa se encuentra BordeRío, un sorprendente emprendimiento vinícola que es toda una novedad en las colinas de Victoria.
Nacida del impulso emprendedor de una pareja rosarina, la bodega se erige a la vera del Paraná dentro de un predio de unas 340 hectáreas donde hay unas 18 de vides implantadas. En gran mayoría de Malbec, pero con proporciones importantes de Cabernet Franc, Syrah, Merlot y Chardonnay. También van creciendo olivos desde el pie.
A través del amigo sommelier Leandro Braia me comuniqué con la enóloga cabeza del proyecto. Mariela Ardito con experiencia por el mundo en lugares tan recónditos como Ribera del Duero y Europa del Este. Reside en Mendoza, pero en una de sus visitas se hizo un ratito para recibirme. Con una enorme amabilidad me recibió en medio de un evento, lo cual agradezco, así como también la buena onda, los datos aportados para la nota sobre vinos entrerrianos y el que me haya dedicado unos minutos de su tiempo, que para mi fueron muy importantes.
Es así como llegué un domingo a Borderio. Eran las 3 de la tarde aproximadamente, el sol pegaba bastante fuerte en el primer fin de semana primaveral de éste 2017 y había un muchacho cantando canciones en su guitarra para unas setenta personas que habían comido un costillar al mediodía.
La primer impresión de la bodega es la que traía de antes, que se trata también de un emprendimiento muy emparentado con el turismo. Me da la impresión que los primeros pasos que van dando, lo son en el sentido turístico y que el vino es una especie de acompañamiento por ahora. No necesariamente es cierta ésta visión, pero sí lo es que el fuerte de la bodega hoy en día son las visitas y los eventos, ya que, como contaré más adelante, la capacidad productiva de la bodega recién está en algo así como un 15 % del total.
Me cuenta Mariela entre otras cosas, que lo que más falta en la zona es conocimiento. Dado que ha sido un terroir en el que hace ochenta años no se producen vinos, hay que empezar casi todo de cero. Estudios de suelo, del tipo de vides que mejor se adapten a sus características. La forma de tratar la materia prima, muy diferente a como se hace en Mendoza o zonas más tradicionales. Concretamente es que deben ir aprendiendo sobre la marcha cómo es eso de hacer vinos en ese suelo, con ese clima y en esas condiciones. Todo un desafío que los emprendedores rosarinos encararon con un empuje sorprendente.
Ediliciamente Borderío aparece de repente en lo más alto de una lomada característica de la zona. Es un edificio al estilo colonial bastante grande, bordeado de viñedos que tienen la característica malla que en Mendoza es antigranizo y aquí es antipájaros. Pero lo más sorprendente está bajo tierra. Bajando unas escaleras de piedra nos adentramos en la cava subterránea. Al estilo europeo, abovedada y con ladrillos vistos, una muy buena iluminación y algunas botellas (2600) estibando a un costado, nos llegamos hasta el lugar donde se encontrarán las joyas de la bodega en un futuro detrás de una puerta de rejas. A un costado, dos pesadas puertas de madera nos dan la bienvenida cuando se abren a la sala de barricas, donde se encuentran unas veinte barricas de roble americano y francés. Pocas, que pronto serán más y donde descansan los vinos que verán la luz recién el año que viene.
Después de la sala de barricas viene la vedette del lugar. Una enorme mesa de marmol de unos cuantos metros de largo y ancho, hecho con dos enormes bloques hermosamente engalanada en una sala de catas que muchas bodegas mendocinas envidiarían. A un lado, una sala de aromas que no está terminada aún y que será otro de los lugares exquisitos para visitar en un futuro.
Y vuelvo a la palabra futuro para hablar de Borderio. Creo que es un proyecto en ejecución, con muchas cosas buenas y un montón por terminar o en proceso.
En relación a los vinos, la añada 2016 fué la segunda que vió la luz.
Una primera 2015 bajo la etiqueta homónima a la bodega, traía un Malbec rico y frutado y un muy buen Chardonnay, bien fresco y aromático que disfruté en algunas ocasiones en casa.
Desde la cosecha 2017, la línea de vinos pasó a llamarse Injusto, en referencia a el Presidente Justo que fué el que ideó la ley de proscripción de producción de vinos fuera de Cuyo y que decretó la muerte de la vitivinicultura entrerriana hasta los noventa.
De la línea Injusto, repite el Chardonnay 2016, otra vez muy rico, fresco, frutado y aromático.
Tintos hay tres:
El Injusto Malbec 2016 es bien frutado. Aromas a ciruelas maduras y algo especiado, como a tomillo, pero muy leve. En boca es franco, fresco, con una acidez a la que quizás los tomadores habituales de vinos mendocinos no estén acostumbrados, pero que está bien para aquellos que busquen algo diferente en la cepa emblema argentina y se deja tomar.
Hay un Injusto Syrah 2016 que fué el que menos me gustó. Con aromas a higos y cuero, pero con una acidez demasiado punzante y algo agresiva. Al abrirse se vuelve un poco más amable, pero no deja un buen recuerdo.
Finalmente el mejor, o el que más me gustó a mi, el Injusto 2016 Blend de Merlot y Cabernet Franc, extraño y disfrutable corte con aromas a frutas negros, como arándanos bien frescos, flores y cuero y un pasar medio amarguito, fresco, tomable, un poco corto quizás, pero muy disfrutable. Se toma muy bien éste blend entrerriano, y quizás por ahí irá el futuro de la bodega, pienso.
Concretamente, BordeRio hoy en día es un buen plan turístico si uno anda por la zona. Puede pasar un lindo día en un lindo lugar. Por otro lado, como bodega está en formación, buscando su identidad y con algunos productos que van haciendo visible un futuro palpable y posible. El que se pueda hacer vinos en Entre Rios y que tengan una identidad definida y reconocible.
Gracias a todos en BordeRio por recibirme. Seguramente ampliaré algo en la nota sobre vino entrerriano que se viene para dentro de un tiempo.
Salud a todos.
Recabando información para mi artículo, la primer parada del viaje de conocimiento obviamente debía ser la nueva bodega anclada en la costa entrerriana del Río Paraná. Allá, del otro lado del Puente Rosario-Victoria, a unos 75 kilómetros de casa se encuentra BordeRío, un sorprendente emprendimiento vinícola que es toda una novedad en las colinas de Victoria.
Nacida del impulso emprendedor de una pareja rosarina, la bodega se erige a la vera del Paraná dentro de un predio de unas 340 hectáreas donde hay unas 18 de vides implantadas. En gran mayoría de Malbec, pero con proporciones importantes de Cabernet Franc, Syrah, Merlot y Chardonnay. También van creciendo olivos desde el pie.
A través del amigo sommelier Leandro Braia me comuniqué con la enóloga cabeza del proyecto. Mariela Ardito con experiencia por el mundo en lugares tan recónditos como Ribera del Duero y Europa del Este. Reside en Mendoza, pero en una de sus visitas se hizo un ratito para recibirme. Con una enorme amabilidad me recibió en medio de un evento, lo cual agradezco, así como también la buena onda, los datos aportados para la nota sobre vinos entrerrianos y el que me haya dedicado unos minutos de su tiempo, que para mi fueron muy importantes.
Es así como llegué un domingo a Borderio. Eran las 3 de la tarde aproximadamente, el sol pegaba bastante fuerte en el primer fin de semana primaveral de éste 2017 y había un muchacho cantando canciones en su guitarra para unas setenta personas que habían comido un costillar al mediodía.
La primer impresión de la bodega es la que traía de antes, que se trata también de un emprendimiento muy emparentado con el turismo. Me da la impresión que los primeros pasos que van dando, lo son en el sentido turístico y que el vino es una especie de acompañamiento por ahora. No necesariamente es cierta ésta visión, pero sí lo es que el fuerte de la bodega hoy en día son las visitas y los eventos, ya que, como contaré más adelante, la capacidad productiva de la bodega recién está en algo así como un 15 % del total.
Me cuenta Mariela entre otras cosas, que lo que más falta en la zona es conocimiento. Dado que ha sido un terroir en el que hace ochenta años no se producen vinos, hay que empezar casi todo de cero. Estudios de suelo, del tipo de vides que mejor se adapten a sus características. La forma de tratar la materia prima, muy diferente a como se hace en Mendoza o zonas más tradicionales. Concretamente es que deben ir aprendiendo sobre la marcha cómo es eso de hacer vinos en ese suelo, con ese clima y en esas condiciones. Todo un desafío que los emprendedores rosarinos encararon con un empuje sorprendente.
Ediliciamente Borderío aparece de repente en lo más alto de una lomada característica de la zona. Es un edificio al estilo colonial bastante grande, bordeado de viñedos que tienen la característica malla que en Mendoza es antigranizo y aquí es antipájaros. Pero lo más sorprendente está bajo tierra. Bajando unas escaleras de piedra nos adentramos en la cava subterránea. Al estilo europeo, abovedada y con ladrillos vistos, una muy buena iluminación y algunas botellas (2600) estibando a un costado, nos llegamos hasta el lugar donde se encontrarán las joyas de la bodega en un futuro detrás de una puerta de rejas. A un costado, dos pesadas puertas de madera nos dan la bienvenida cuando se abren a la sala de barricas, donde se encuentran unas veinte barricas de roble americano y francés. Pocas, que pronto serán más y donde descansan los vinos que verán la luz recién el año que viene.
Después de la sala de barricas viene la vedette del lugar. Una enorme mesa de marmol de unos cuantos metros de largo y ancho, hecho con dos enormes bloques hermosamente engalanada en una sala de catas que muchas bodegas mendocinas envidiarían. A un lado, una sala de aromas que no está terminada aún y que será otro de los lugares exquisitos para visitar en un futuro.
Y vuelvo a la palabra futuro para hablar de Borderio. Creo que es un proyecto en ejecución, con muchas cosas buenas y un montón por terminar o en proceso.
En relación a los vinos, la añada 2016 fué la segunda que vió la luz.
Una primera 2015 bajo la etiqueta homónima a la bodega, traía un Malbec rico y frutado y un muy buen Chardonnay, bien fresco y aromático que disfruté en algunas ocasiones en casa.
Desde la cosecha 2017, la línea de vinos pasó a llamarse Injusto, en referencia a el Presidente Justo que fué el que ideó la ley de proscripción de producción de vinos fuera de Cuyo y que decretó la muerte de la vitivinicultura entrerriana hasta los noventa.
De la línea Injusto, repite el Chardonnay 2016, otra vez muy rico, fresco, frutado y aromático.
Tintos hay tres:
El Injusto Malbec 2016 es bien frutado. Aromas a ciruelas maduras y algo especiado, como a tomillo, pero muy leve. En boca es franco, fresco, con una acidez a la que quizás los tomadores habituales de vinos mendocinos no estén acostumbrados, pero que está bien para aquellos que busquen algo diferente en la cepa emblema argentina y se deja tomar.
Hay un Injusto Syrah 2016 que fué el que menos me gustó. Con aromas a higos y cuero, pero con una acidez demasiado punzante y algo agresiva. Al abrirse se vuelve un poco más amable, pero no deja un buen recuerdo.
Finalmente el mejor, o el que más me gustó a mi, el Injusto 2016 Blend de Merlot y Cabernet Franc, extraño y disfrutable corte con aromas a frutas negros, como arándanos bien frescos, flores y cuero y un pasar medio amarguito, fresco, tomable, un poco corto quizás, pero muy disfrutable. Se toma muy bien éste blend entrerriano, y quizás por ahí irá el futuro de la bodega, pienso.
Concretamente, BordeRio hoy en día es un buen plan turístico si uno anda por la zona. Puede pasar un lindo día en un lindo lugar. Por otro lado, como bodega está en formación, buscando su identidad y con algunos productos que van haciendo visible un futuro palpable y posible. El que se pueda hacer vinos en Entre Rios y que tengan una identidad definida y reconocible.
Gracias a todos en BordeRio por recibirme. Seguramente ampliaré algo en la nota sobre vino entrerriano que se viene para dentro de un tiempo.
Salud a todos.
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