Verdaderos Invisibles. Vino de mesa de alta gama.

Es 27 de Diciembre en la vecina localidad de Funes. Hace unas semanas que no escribo nada y para despedir un año lleno de catas y descubrimientos viníferos, se me ocurre hacer una entrada referida a la novedad de Fede Schneidewind, el Verdaderos Invisibles de reciente aparición en el mercado. Le andaba con ganas a éste vino y salió nomás en una tardecita de calor, después de piletear un rato viendo el sol caer en el horizonte.


Está hecho en base a la bastante olvidada y vilipendiada uva Criolla, base de todos los vinos de mesa que hayan pasado por la idem de nuestra familia. Corazón del tetrabrick, motor de la industria del vino allí donde se busca cantidad en vez de calidad.
Esta criolla proviene de Tupungato, en la provincia de Mendoza. Allá en las alturas de Valle de Uco crece ésta noble cepa.
Pero nuestro amigo comunicador rosarino la tomó y la forjó a su modo para reconvertirla en algo especial.
El dicho dice por ahí que "mona vestida de seda, mona queda". En cierto sentido, como todas las frases hechas, es verdad. Pero también es verdad que "el hábito hace al monje", es decir que para cuestiones de vestimenta siempre hay tela para cortar.. (risas grabadas).
Concluyendo, don Fede vistió a la supuesta mona Criolla de seda y le buscó la vuelta para encontrar su belleza. Qué es eso que tiene de particular para dar? Qué es eso que podemos disfrutar de ella? El vino final además tiene un 10 % aproximadamente de otras dos invisibles cepas olvidadas, la Moscatel Rosado y la Pedro Jimenez provenientes del mismo parral en Tupungato.
El resultado es un vino de mesa, según reza la propia contra etiqueta, pero de muy buena apariencia.
Ya es llamativo desde el color, de un rojo rubí intenso y brillante, pero de baja concentración, con toques violáceos muy llamativos. Da gusto verlo al servirlo. Lo dejé enfriando bastante. Los 10 grados y medio alcohólicos preanuncian frescura. En nariz es muy fresco y frutal. Frambuesas frescas o quizás cerezas, algo verdes bien directo. Un toquecito herbáceo. Nada más, sencillo y directo. En boca tiene una acidez muy presente, fresquísima, bastante punzante, con toques hasta cítricos "alimonados" si se me permite el extraño neologismo o "recuerdos a lima", junto con esas frutas rojas, bien frescas que preanunciaba la nariz. Es bastante largo y directo, sin demasiadas vueltas, queda en boca. Es simple y rico. Disfrutable. Abre el paladar, da para acompañar comidas varias. Se me ocurren pizzas, ceviches, ensaladas, guacamole, alguna empanada árabe, algunos pescados, preparaciones con salsas agridulces, pollof, postres, esos terrenos sinuosos que no pertenecen ni a los tintos más concentrados ni a los blancos.
Es otra cosa. Es claramente un vino tinto diferente a la alta gama que estamos acostumbrados. Un vino con más de 90 puntos en la guía descorchados pero que expresa una personalidad nueva. Escapándole a la concentración, busca identidad en la frescura, en los bajos niveles de alcohol, en ser tomable.
En épocas en que todos los vinos de alta gama tienden a parecerse, la aparición de éstas experiencias diferentes se agradecen, y si el consumidor de alta gama aceptará la propuesta o si hay mercado para éstos vinos, son discusiones aparte que también me parecen necesarias para no quedarnos siempre con lo mismo. Yo fui y lo compre y seguramente volveré a hacerlo.
Fede Schneidewind anda en esas búsqueda en sus otros proyectos también. Desde La extraña y disfrutable complejidad de su Confuso, a la fresquísima experiencia de sus Contento Semillón va buscando nuevos senderos que recorrer en el mundo del vino.
Y mientras nosotros los vamos tomando.
Cierro el año con un vino hecho por un rosarino. Buena forma de despedir el 2016.
Salud a todos y seguiremos por los caminos del vino el año que viene, que es dentro de unos días.
Este humilde bloguero del litoral va a emitir desde la Republica Oriental del Uruguay en breve. Noticias charrúas nos esperan. Abrazo a todos y felicidades!

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