Cuentos de Vino. Muerte en la bodega.

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Patricio Contreras era chileno, tenía 52 años. Llegó a Entre Ríos para quedarse en el año 1973 junto a sus padres socialistas, huyendo del horror de Pinochet. En Argentina trabajó, tuvo muchísimas parejas y dos hijos. Desde hacía cinco años desarrollaba sus labores en la Bodega Concordia S.A. donde la mañana del 13 de mayo de 2012 lo encontró la muerte.
Patricio Contreras era  un tipo muy charlador, amiguero, siempre el centro de atención en las reuniones. Era más fácil encontrarlo en los boliches que en su casa. Siempre en bicicleta cruzaba la noche entrerriana casi a diario. La madrugada solía encontrarlo en brazos incofesables. 
Era abstemio.
"Aca fabricamos festejos, alegría, chango!. Como no vamos a ponerle todo el empeño?" era la frase que repetía como mantra a los recién llegados al trabajo, algunos de los cuales tomaba bajo una especie rara de protectorado, llevándolos consigo en sus incursiones nocturnas a boliches y piringundines.
Hernán Crespo era uno de ellos. Tenía 22 años recién cumplidos cuando a las 8.43 de la mañana del 13 de mayo de 2012 encontró el cuerpo de su amigo-compañero en un estrecho pasillo entre dos  piletas de 50.000 litros sobre un charco de sangre y con la cabeza destrozada. A su lado quedó un lampazo y una nota manuscrita de no más de una carilla.

"Forro, conchudo hijo de puta. Me cagaste de nuevo puto forro andate a la cajeta de tu vieja mierda borracho. Anda que te laben los calzones las putas que te coges. No me busqués mas que para vos se cerró ésta concha."

Una letra imprenta trazada con evidente bronca ocupaba no más del tercio de la hoja. Doblada en cuatro descansaba junto a la cabeza rota de Patricio Contreras.
La policía tomó las declaraciones del caso entre los que se encontraban en el lugar a la hora del deceso. Nadie había visto ni oído nada. El Juzgado de Instrucción lo caratuló como muerte dudosa y quedó abierta la investigación. Roberto Galán, un veterano sumariante que peinaba canas, tomó el caso una mañana mientras tomaba mate en el juzgado. Le pidió a un compañero que se lo pasara. Le gustaban los vinos de la bodega. El compañero, feliz de deshacerse de ese bodrio, le dió el expediente con gusto. El Secretario hizo lo que mejor sabía hacer en esos momentos que era dejar hacer a sus empleados, sabiduría que muchos no entienden. Fué así como Roberto Galán se hizo cargo del expediente a partir de ese día.
Si había algún movil para matar, ese era el despecho. La nota dirigía todas las miradas a la mujer de Patricio Contreras. Amalia Suarez Lima. Tenía 44 años. Fué su última pareja y la que más le duró, seis años. Ella negó haber escrito esa carta. Es más, dijo que no le importaban las infidelidades de don Contreras, que al contrario, como lo mantenían contento, para ella era mejor. Contó frente a Roberto Galán que escribía con dos dedos en una computadora su testimonio, que se ocupaba de la casa y que Patricio traía el dinero. Que más que pareja eran amigos con alguna noche de sexo de vez en cuando. Es más no compartían el lecho, cada uno dormía en una habitación. 
Una posterior inspección de la casa dió por ciertos estos dichos, aparte de que la pericia caligráfica definió que la letra de la nota no le pertenecía.
Si la hipótesis más evidente era la muerte accidental, Roberto la descartaba de plano por los dichos de Crespo. Dijo que Contreras tenía un estado físico envidiable para su edad y que su único vicio eran las mujeres. Ni tomaba, ni comía en demasía. Hacía varios kilómetros diarios en bicicleta y nada parecía indicar otra cosa que un golpe en la cabeza. 
Otro dato curioso era que la nota imputaba adicción a la bebida a Patricio Contreras, que como ya dije, era abstemio. Linda Perez, su anterior pareja, testimonió que nunca vió tomar una gota de alcohol al muerto. Se explayó en las sucesivas infidelidades de las que fue víctima y agregó que no la ponía triste su deceso. Roberto no dejó constancia de esa declaración. No tenía ningún valor probatorio, puesto que la letra de la nota tampoco era suya. El Dr. Carbalho, su abogado estaba especialmente interesado en la indemnización que recibirían los hijos. Era un tema civil, ajeno a la investigación penal. 
Las ideas se le cruzaban a Roberto Galán. Un golpe? De quién? Por qué?
La hora probable de la muerte eran las 7:30. En ese horario estaban solo el sereno, que adujo dormir y todos le creían y una persona de administración, Alejandra Sanz, que llegó un rato antes de que lo encontraran y no había razones para sospechar de ella. El resto del personal llegó pasadas las 08:30, y como ya dijimos, fue Crespo quien encontró el cadáver. 
La bodega de Concordia era una novedad. Rescatando la historia del siglo XIX, un grupo inversor reflotó la idea de hacer vino en la zona. Contrató a un enólogo mendocino y el resto del personal fue haciéndose en el oficio de a poco. En general eran todos inexpertos o en proceso de aprendizaje. Un arquitecto desarrolló el proyecto de acuerdo a viejos planos de bodegas antiguas. Todo iba bien, las plantas crecían fuertes, el proceso estaba en funcionamiento, un rico tannat ya había visto la luz y recibía una cálida bienvenida por parte del público entendido. Hasta que la muerte se presentó sin anunciarse. 
Valentín Alsina, el encargado y "CEO" de la empresa estaba desvastado. Contó a Galán que todo parecía derrumbarse con ésta tragedia. La imágen de la empresa, decía, estaba dañada para siempre. Los inversores querían recuperar su dinero y nadie parecía poder parar la caída. El sumariante le dijo que le gustaban sus vinos y que haría todo lo posible para desentrañar el misterio. El empresario le agradeció la buena predisposición pero su cara decía que sentía todo terminado. 
De los datos a tener en cuenta, solo surgió que la pileta al lado de la cual apareció el muerto, acababa de ser vaciada. Allí se había fermentado el Merlot destinado a una nueva línea reserva. El vino había sido trasvasado y colocado en pequeñas barricas de roble americano, listo para esperar un año y recibir lo que la madera tenía para darle. 
Contreras era el encargado de la limpieza  de la pileta. Era una estructura de forma de cubo enorme, con una abertura arriba similar a las puertas redondas de los submarinos y una pequeña puerta de aluminio en el frente que da al pasillo. Recubierta por dentro de pintura epoxi, había anidado el vino recién nacido durante unos meses. Ahora había que sacarle la borra que quedó con particular esmero, así estaba lista para volver a empezar con el proceso el año próximo. Nadie más estaba en el lugar. Contreras estaba solo. Tenía un arreglo particular que le permitía entrar dos horas antes y salir previo a sus compañeros. Un privilegio que nadie pudo explicar con demasiado detalle. 
Para realizar la limpieza, el encargado entra a la estructura cuboidal por la puertita de arriba que tiene unos 80 cm. de diámetro. Ese día la encontraron abierta. La pileta estaba sucia. Contreras no había llegado a empezar su trabajo, pero sí, había colocado una bomba para extraer el poco líquido que quedaba en el fondo. Su cuerpo había sido encontrado tirado en el piso. El golpe que le destrozó la frente y parte del rostro era producto de la propia caída. No había puesto las manos para amortiguar el golpe. Era como si lo hubiesen arrojado como una bolsa de papas. 
La respuesta obvia le llegó a Roberto Galán en el lugar menos indicado. 
Todos los jueves se juntaba con una barra de amigos en el bar "Los Notables" del centro de Concordia. Eran cinco hombres mayores que repetían el ritual de encontrarse desde hacía más de quince años. Café para empezar, Gancia para el estribo era su particular lema. 
Amilcar Brussa es Contador Público, pero sus amigos lo llaman  "El hombre que sabe mucho" por su gusto por la lectura y el conocimiento. 
- Esto tiene olor a tufo, Roberto! fue lo primero que dijo cuando se acercó a la mesa. Era el último en llegar y ya se había largado la ronda de café. 
Amilcar se sentó ceremoniosamente en la punta de la mesa y se arremangó las mangas de la camisa alargando el suspenso. Todos lo miraban intrigados. 
- Estuve estudiando tu caso Roberto. Creo que tengo la solución. El culpable es el vino....-
La risa de los otros cuatro amigos fue casi instantánea. 
- Déjenme explicarles muchachos! Es así. El vino es producto de un proceso químico llamado fermentación alcohólica. El mismo básicamente consiste en que por medio del accionar de ciertos microorganismos llamados levaduras los azúcares que encierra la uva se convierten en alcohol y dióxido de carbono. El alcohol queda en el líquido y el dióxido de carbono se eleva a la estratósfera porque es más liviano que el aire. Por si no lo saben, es un gas letal para el hombre y el principal enemigo dentro de una bodega. Su simple inhalación produce graves problemas de salud y la casi segura muerte, ya que no deja que los glóbulos rojos lleven oxígeno a las células del cuerpo. Para trabajar en una bodega hay que airear todo. Hay que usar máscaras. En España se lo conoce como el "tufo". 
Si revisas todo bien Roberto vas a ver que falló alguna medida de seguridad o el fiambre no tuvo el suficiente cuidado. Seguramente abrió la puerta de la pileta y una nube de gas carbónico lo tomó por sorpresa, se mareó, trastabilló y cayó de cabeza desde los cuatro metros de donde estaba. Cocazo al piso y chau picho.-
Los demás contertulios lo miraron absortos unos segundos. No sabían nada del tema. Enseguida se pararon y empezaron a aplaudir al Contador.
- Pero, y la nota?- Preguntó Roberto desde el otro lado de la mesa. 
- La inhalación de gas carbónico produce en principio comportamientos erráticos. No llega oxígeno al cerebro y la persona hace cosas extrañas. Para mí la tenía encima y como reflejo la agarró porque algo le paso por la cabeza. Con el pelpa en la mano se fue al piso. Debe ser de algún amigo. Me tienta pensar que puede ser del tal Crespo. Indagá ahí.-
Vuelto a ser citado, Crespo efectivamente dijo que la nota era de su novia y dirigida para él. Que se la había dado a Contreras la noche anterior en un boliche mientras charlaban porque no sabía qué hacer. No dijo nada antes por miedo a complicar aún más las cosas.
Los forenses confirmaron la muerte por asfixia. 
Haciendo una investigación más minuciosa, se vió que los sistemas de ventilación estaban cerrados y unos ventiladores que se utilizaban para esos fines tampoco estaban en funcionamiento. Contreras fue indolente con el peligro. Sus empleadores fueron indolentes con la salud de Contreras.
La bodega quebró. No cumplía con las normas de seguridad mínima y la pareja y los hijos de Contreras recibieron una enorme indemnización que les permitió mejorar su vida. El Dr. Carbalho cambió su viejo auto por un moderno convertible alemán. 
Roberto Galán se sigue juntando con sus amigos todos los jueves. Le pagó un asado a Amilcar Brussa en agradecimiento. 



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