Almorzando con el Capitán. Hoy sale Salta.

El encuentro lleva el nombre de la comida del mediodía, pero en este verano intenso y tórrido que estamos viviendo no da para andar tomando vino a las dos de la tarde.
Cuestiones de ese tipo forman parte de las conversaciones de organización del encuentro vínico del que habla el país y por lo tanto decidimos arrancar a la nochecita, en la vecina localidad de Funes, donde resido y esperando que Febo se vaya a dormir para arrancar con los descorches.


En el Miércoles 24 de Enero de 2018 nos despachamos con unos ricos salteños en el encuentro que trae suerte. El Capitán es un gran sabedor y conocedor de los Valles Calchaquíes y sus vinos así que la temática andará por las alturas, en los viñedos más altos del mundo y sus secretos esclarecedores.
En realidad todo surgió con que tenía un Colomé Reserva 2010 y tenía ganas de tomarlo en la fecha y el profesor Kaller retrucó con que tenía una botella del 2005 para compararlos. Como no me puedo negar, a partir de la pequeña vertical de uno de los vinos más ricos que hay, fueron agregándose los demás que se abrieron en la noche. El Sommelier del Pueblo trajo bajo el brazo otro emblema de Salta con un Arnaldo B de 2011 y un Colomé Auténtico  y nuestra amiga Dana Nuñez acercó un Amalaya Gran Corte de 2014 y un Catamarqueño que quedó en las gateras para el próximo encuentro. Y como siempre exageramos, se agregaron un par de perlitas más al embotellamiento que siempre se genera alrededor nuestro.
Para acompañar los tintos tuvimos que comprar algo para comer. Prendimos un fueguito y nos comimos unas achuras con un matambrito que estaban de rechupete. Todo perfecto con una noche fresquita que dió para la charla larga y el brindis infinito.
Entonces vamos con los vinos, que es lo que interesa.


Abrimos boca con una perlita que no conocía. Mariano Quiroga Adamo, el ahora enólogo de Bodega Casarena, tuvo un rutilante paso por Salta en los últimos años. De entre todos los vinos que hizo en tierras cafayateñas, el Capitán tenía guardada en su guarida un vino firmado con su nombre. M Q A, Malbec 2014. Un vino fresco y vivo. Muy concentrado y con un importante aporte de la madera. Con pimientos rojos. Jugoso, untuoso, grande y con una fruta muy madura en forma de mermeladas en boca. Largo y con una acidez importante. Musculoso y fortachón, pero sin ser pesado al mismo tiempo. Un vino dulzón y grande que llena y gusta al estilo de los que gustan de la madera y la concentración.


En segundo término abrimos un Colomé Auténtico de 2011. Varietal de Malbec y sin madera según lo que reza la contraetiqueta. El Malbec "desnudo" de Colomé se expresó con sus pimientos asados de rigor y un toque "ferroso", como a carne bien intenso. Un poco herbáceo también y apenitas especiado. En boca muy fresco, con una muy buena acidez y una estructura media y golosa. No hay frutas a la vista, más bien ese perfil más crudo de la cepa, a la manera de la bodega y su terroir. Excelente y carnoso.



Y cuando las mollejas dijeron presente en los platos, llegó el momento del Colomé Reserva 2005 y 2010. Juntos a la par, para ser comparados como se debe se presentaron en las copas los dos varietales de Malbec hechos con uvas provenientes de viñedos antiguos que se encuentran  a unos 2300 metros de altura. En las propiedades que la familia Hess incorporó a su vasto patrimonio en los años noventa.
Primero tomamos el 2005 que estaba en un gran momento. Con apenitas notas de evolución, como a humedad, pero con una intensidad aromática que sorprendió. Mucha mermelada y nota láctica. Ciruelas y leche condensada a full. También los pimientos de rigor. Un poquitín de orégano para hacer más interesante el asunto. Una delicadeza y elegancia en boca que despertó el aplauso atronador de la concurrencia. Largo y calmado. Sedoso, fresco. Todavía manteniendo una muy buena acidez y una untuosidad dulzona que recordaba a la barrica, leit motiv de la enología de esos años en ese lugar del mundo.  Los años fueron integrando la madera con el vino. Apaciguando los taninos indómitos de las alturas con el cuidado trabajo en bodega. Y todo junto hicieron un vino que con los años se hizo enorme.


Pegadito el 2010 aparecía un poco más "nervioso". Intenso, gritón, menos apaciguado. Ocho años de vida no son pocos en un vino, pero al lado del otro, éste parecía un adolescente con la energía de la juventud a flor de piel. Muchos menos recuerdos a madera al olerlo. Más fresco y con una fruta bien fresca e intensa. En boca bastante tánico, fuerte, atropellador. Con un músculo que arrasó con toda la grasa de los chinchulines y la molleja. Con la voracidad de quien lo quiere todo y lo quiere ya. Fuerte y con recuerdos a pimientos y especias en boca. Una acidez bastante punzante a pesar de cierta untuosidad.  De alguna manera el perfil del vino fue pasando más a la fruta y no tanto a la madera como el 2005. Interesante comparación también esa. Los aplausos también se despertaron ante éste otro vinazo.


Pero como no nos andamos con chiquitas, después de los cuatro vinazos anteriores, abrimos el que a mi me pareció el mejor de la noche. El Arnaldo B es la etiqueta ícono de Bodegas Etchart. El gigante que ahora pertenece a otro gigante (Pernod Ricard) tiene en esta etiqueta a su bandera. Es un corte de Malbec, Cabernet Sauvignon y Tannat y la botella en cuestión era de la cosecha 2011. Una experiencia única olerlo. Clavo de olor, pimientos asados, frutas rojas bien dulces, orégano y tabaco un poquito ahumado. Abriéndose con el paso del tiempo y el cambio de temperatura en diferentes capas que expresaban diferentes identidades, todas ellas disfrutables. En boca elegancia y músculo en perfecta combinación. Si hay un ideal de vino salteño es ese. De cómo encontrar el equilibrio entre el ímpetu de los viñedos de altura y la mano del hombre que va domando esa personalidad indómita del terroir. La madera muy bien integrada y la acidez justa como para que tanta concentración no resulte empalagosa. Un vino hecho al estilo tradicional, con elegancia y personalidad. Agradecemos siempre la posibilidad de tomar éste tipo de vinos que son excelentes.



Y para terminar  abrimos una etiqueta del hermano menor de Colomé, el Amalaya Gran Corte de 2013. Un blend de Malbec, Tannat y Cabernet Franc. Tomamos la versión de etiqueta blanca, anterior a la actual de etiqueta gris, cosas del marketing de las bodegas. Mas frutado, bien piracínico y con recuerdos a vainilla y frutas rojas bien dulzonas. Una muy buena acidez, bastante en punta y un pasar fresco y contundente por boca. Mas ligero que los anteriores, dió una brisa de frescura a nuestras cansadas papilas gustativas después de los cañones anteriores.


Terminamos sacando algunas confusas conclusiones que mejor no transcribir. Si, que el vino salteño tiene una identidad. Ya sabemos que cuatro de los vinos son del mismo proyecto, pero los otros dos anduvieron por más o menos los mismos carriles. Que cuando uno quiere pasar por una experiencia fuerte y disfrutable debe manotear una etiqueta del NOA sin dudar.
Saludos a todos en medio del sopor de un enero rotundo. Nos seguiremos leyendo por las catas y las bodegas.




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